jueves, 15 de marzo de 2012

LA EMBAJADORA

Freda Montaño es la referente de los migrantes ecuatorianos en Buenos Aires. Y su escuela de arte fue visitada hasta por el presidente Rafael Correa. En este artículo GALERIA Luego de tanta travesía, Freda Montaño parece haber encontrado en Buenos Aires su lugar en el mundo. “Al principio me hizo sufrir mucho, pero este país me ayudó en mi locura. Ya le hemos dado más de 15 negros a Argentina”, asegura. Para el presidente Rafael Correa es, simplemente, “Mamá Freda”. Para los ecuatorianos que residen en Argentina es la embajadora real, más allá de los cargos formales. Freda Montaño no soñaba contar con ninguno de esos títulos hace una década y media, cuando partió a una gira por Sudamérica con su grupo folclórico Bejuco. Aquel viaje previsto en tres meses se convirtió en el pasaporte a una nueva vida. Hoy, esta mujer nacida hace 58 años en Limones, provincia de Esmeraldas, es el vértice de encuentro y refugio de los ecuatorianos en Buenos Aires. No es poco para Freda, quien, luego de criarse en San Lorenzo, partió siendo muy joven a Guayaquil a probar suerte en el mundo del arte. Allí, estudió enfermería, pero su vocación pudo más. “Hace 23 años escribí una obra de teatro y formé un grupo en el mercado artesanal de Guayaquil, donde hice trabajar de actores a los dueños de locales y empleados”, recuerda Freda. Viaje sin retorno En 1993, la vida le jugó una carta inesperada. Recibió una invitación del Ministerio de Educación de Chile para Bejuco, el grupo afro-ecuatoriano que había formado y que fusiona baile, poesía, música y teatro. Para viajar juntaron algo de dinero durante el carnaval de aquel año en las calles de Ambato. Luego hicieron actuaciones en Machala, y así fueron repitiendo en varios pueblos hasta llegar a la capital chilena. Sin saberlo, Freda emprendió un viaje sin retorno. Además de Chile, el grupo pasó por Colombia, Perú, Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay y, finalmente, Argentina. “Yo quería llegar a cada rincón de Sudamérica adonde hubo asentamientos negros. Y tomé como un desafío quedarme en Argentina, el país con menos tradición aparente de cultura negra en América Latina”, dice. Así, Freda Montaño cumplió el sueño de crear su propia escuela integral de arte –danza, teatro, plástica, guitarra– en el barrio de San Telmo, uno de los pocos rincones de Buenos Aires que cuenta con una escondida historia afro. “La casa donde funcionaba el centro tiene un subsuelo en el que un antropólogo investigó y descubrió que, siglos atrás, es probable que hayan vivido negros descendientes de esclavos. Hubo un plan para excavar, pero no hubo dinero para hacerlo”, dice Freda. Esa casa le dio más visibilidad aún a la figura de Freda Montaño en la capital argentina. Cuando el contrato de alquiler se venció y el propietario no quiso renovarlo, buena parte de los vecinos del barrio de San Telmo salió a la calle en defensa de Freda. Se organizaron, incluso, eventos solidarios contra el desalojo. Finalmente, ella decidió mudarse, pero aún no pierde las esperanzas de que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires intervenga para expropiar esa casa y que allí se construya un museo en honor a los olvidados negros argentinos. Pese a que en el siglo XIX los negros constituyeron buena parte de la mitad de la población de Argentina, en Buenos Aires no hay ningún museo con apoyo oficial que reconozca el aporte de los afrodescendientes a la cultura y a la identidad del país. Esa lucha fue retratada por el documental Freda, realizado por Johanna García, Amanda Robalino y Juan Diego Grajales en 2007. Hoy, Montaño mudó su escuela de arte al barrio de Montserrat, formó una agrupación de afrodescendientes en Argentina, es activa participante de la red de Mujeres Migrantes y fue directora del Danzario Americano. Pero, más allá de eso, su principal misión es la contención de los migrantes. “A Argentina no solo vienen los estudiantes universitarios. Esta es la casa de todos los ecuatorianos y acá se les da muchas veces comida, alojamiento y contención a los migrantes que vienen a buscar trabajo. Y la embajada reconoce eso”, dice Freda. De hecho, cuando el niño ecuatoriano Johny Lidque viajó a la capital argentina para un transplante cardiopulmonar, Freda no dudó en organizar un evento para recolectar fondos. Ese tipo de actividades y su popularidad entre los migrantes argentinos movilizó al presidente Rafael Correa a visitar la casa de Freda y compartir con los residentes un seco de gallina y música de marimba el 10 de diciembre de 2007, el día de la asunción de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta de Argentina. “Fue un día de gloria; vinieron más de 200 ecuatorianos a la escuela”, recuerda Freda. En abril pasado quien visitó la casa en Buenos Aires fue Lorena Escudero, secretaria nacional del Migrante. Su lugar en el mundo Luego de tanta travesía, Freda Montaño parece haber encontrado en Buenos Aires su lugar en el mundo. “Al principio me hizo sufrir mucho, pero este país me ayudó en mi locura. Argentina sacó lo mejor mío”, dice. Hoy, sus tres hijos ya viven en Buenos Aires. “Somos un grupo que ya le hemos dado más de 15 negros a Argentina”, dice Freda. No solo eso. “Siento que este país tiene mucho que me hace pensar que vengo de acá mismo. Yo nací un 10 de julio (un día después de la fecha de independencia en Argentina), mi hija nació un 20 de junio (el día de la creación de la bandera), y me casé un 17 de agosto (el día de la muerte del prócer de la patria, José de San Martín)”. Lejos de las formalidades protocolares, la “embajadora” sirve comida ecuatoriana en el centro cultural todos los domingos. Allí, no solo concurren los ecuatorianos: argentinos y turistas europeos también se deleitan con un seco de chivo o un encocado de pescado. Es que Freda Montaño excede la figura de referentes de los ecuatorianos: se transformó ya en un símbolo de Buenos Aires.

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